Continuamente leemos noticias o artículos relacionados con la inteligencia Artificial (IA). La mayoría de éstos busca explicarnos sus ventajas y nos ofrece extensas listas de aplicaciones y páginas web que nos permitirán usar la IA para agilizar todo tipo de tareas cotidianas o actividades laborales; otros aprovechan para recordarnos los empleos que probablemente desaparecerán gracias al acelerado avance de esta tecnología.
Ahora bien, aunque muchos creen que la IA es un tema reciente, la verdad es que ésta se viene estudiando y desarrollando hace más de 70 años. Lo que muchos usuarios no han notado es que la IA lleva mucho tiempo con nosotros y prácticamente ya ha invadido muchos aspectos de nuestras vidas. Desde las herramientas de reconocimiento facial y asistentes de voz en nuestros teléfonos celulares, hasta el contenido y la publicidad que recibimos por redes sociales y recomendaciones dentro de los servicios de streaming, la IA se vale de algoritmos para “aprender” nuestros datos, hábitos de uso e incluso nuestras preferencias.
Efectivamente, hoy en día existen muchas herramientas de IA que ayudan a los usuarios de diversos sectores empresariales a agilizar procesos, crear y resumir contenido, y también a comunicarse mejor en su propio idioma o en un idioma extranjero que no dominan. Por ejemplo, ahora contamos con alternativas como Notion o Grammarly para corregir la gramática o el estilo de textos en diversos idiomas, sin dejar de lado a Google Translate, DeepL, e incluso ChatGPT para traducir textos con una precisión muy similar a la de un traductor profesional.
En tal sentido, corresponde preguntarnos si la IA terminará por reemplazar la mayor parte del trabajo intelectual de los profesionales. En el caso de los traductores, mi profesión, resulta inevitable aceptar que el rol que desempeñamos los proveedores de servicios lingüísticos dentro del proceso de la traducción cambiará paulatinamente a medida que la traducción automática neuronal (tecnología utilizada principalmente por Google, DeepL y Bing) continue evolucionando y brindando resultados cada vez más rápidos, precisos y a menor costo. Sin embargo, contar con un experto especializado y con sólidos conocimientos lingüísticos y culturales continuará siendo necesario para confirmar, corregir o afinar el material técnico que la traducción automática produzca. Es por ello que recientes estudios sobre este tema hacen referencia a respetar al “humano en el proceso” (human-in-the-loop).
Ante estos cambios tan dramáticos en el campo de la traducción profesional, los expertos señalan que, así las cosas, el cargo de “traductor” podría adquirir nuevas denominaciones, tales como: corrector/revisor, editor de contenido generado con IA, analista de datos lingüísticos, o incluso “ingeniero lingüístico”. En esa misma línea, corresponde ya a todos los profesionales de los distintos rubros repensar sus procesos, redefinir sus perfiles y adecuarse a las nuevas tecnologías puesto que, a fin de cuentas no competimos con la IA, sino que competimos con otros profesionales y ganarán quienes usen la IA mejor y más creativamente.
SOBRE EL AUTOR Diana Carrillo Traductora - Intérprete de Business Services & Outsourcing |